Los autores más espirituales producen una sonrisa poco sensible.
Friedrich Nietzsche
Desde los inicios del pensamiento, el humano ha tenido la firme necesidad de hacer frente a las interrogantes que se generan al vivir en este mundo de forma individual y colectiva; por tal razón, se ha apoyado en diversas esferas. En primer lugar, la mística, la filosofía, la ciencia, entre otras, sin embargo, habrá respuestas materialmente no accesibles. Por su parte, la filosofía junto con la lógica, buscan resolver interrogantes o de lo contrario problematizar y generar más preguntas. ¿Qué es el espíritu?, ¿qué implicaciones tendría la existencia o la inexistencia del espíritu?; preguntas que en algún momento de la vida nos hacemos o nos haremos.
Por muy pequeño que sea, todo lo que nos rodea contiene peso. De tal suerte, si pudiésemos observar dentro de nuestro cuerpo, notaremos que nuestro peso es la suma de cada uno de nuestros componentes físicos. Ahora, si los ojos permitieran una observación metafísica a nuestro interior, la pregunta sería: ¿el espíritu tiene peso? Si la respuesta fuera positiva o negativa, nos llevaría a diversas conclusiones. En consecuencia, si todo tiene peso, de alguna forma todo está regido por las leyes de la física y sus conceptos, puntualmente, la noción de gravedad y la caída de los cuerpos.
Una de las primeras impresiones que podemos tener al momento de aceptar el peso del espíritu, es que necesariamente es materia, por lo tanto, sería tan material, como nuestros zapatos o la silla donde estamos sentados. En efecto, los zapatos y la silla, por el sentido de gravedad que puedan flotar a otro espacio y tiempo, es decir, la realidad inmediata en la Tierra es su posición natural. De ahí que, al seguir algunas líneas ideológicas, cuando un cuerpo muere es posible que suceda lo siguiente: el espíritu se desprende del cuerpo y se encamina inmediatamente a otra realidad con diferentes leyes naturales o el espíritu se desprende del cuerpo y queda vagando en esta realidad y con sus leyes.
Si la primera afirmación fuese cierta, la conclusión sería, el espíritu no tiene peso, por lo tanto, puede irse de este entorno, pero, si no tiene peso, tampoco pudiese regresar a esta realidad porque necesariamente se necesita peso, de ahí se considera, que la reencarnación y la resucitación es falsa.
Si la segunda afirmación es verdadera no existe un espacio divino, porque la posición natural del espíritu en espacio y tiempo, al tener peso, sería justo esta realidad.
Finalmente, es prudente advertir, que no existe una noción llamada alma y si existe es materia y al ser materia está regulada por las leyes de la física.
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